2 de enero de 2014

CEACESCU Y CRISTINA


Esta publicación fue presentada por un colaborador de CRUX ONG cuyos datos nos reservamos institucionalmente. Los hechos relatados son totalmente reales, ocurridos en los lugares y fechas mencionados.

CEACESCU Y CRISTINA
Nicolae Ceausescu - llamado “El Danubio Azul del socialismo” - fue un político que se instaló en el poder en Rumania en el año 1967 hasta su destitución en 1989. Su final fue trágico.
Siendo secretario general de Partido Comunista de su país asumió el gobierno en 1967, y su primer período estuvo marcado por una sorprendente apertura con Europa Occidental y USA, apartándose del Pacto de Varsovia. Así se convirtió en una persona admirada gracias a su solemne populismo y a su política soberana “que entrampó a los rumanos”. Incluso, hasta llegó a desafiar la influencia del comunismo ruso dentro de su territorio.
Pero en la segunda parte de su administración las cosas cambiaron. Su régimen se hizo cada vez más violento y represivo. Implantó un maniático culto a su personalidad para exhibir su poder “y se aferró a sus discursos por la cadena oficial” (¿tenía un “atril”?) exaltando un excesivo y tenebroso sistema nacionalista, ahora similar a la ex Unión Soviética, y un enorme deterioro de las relaciones externas desarrolladas hasta ese momento.
Comenzó otro Ceaucescu: un implacable dictador, que con el tiempo aplicó “un enérgico y total control sobre la libertad de expresión y los medios de comunicación independientes”, e ignoró por completo el diálogo; para él “la oposición no existía”. Influenciado por la arrogancia de su esposa Elena,  hizo construir un castillo exclusivamente para saciar las locuras de esa mujer, “y solo escuchó a un grupo reducido de siniestros colaboradores” (también ¿existió “la Cámpora” o similar?).
Aplicó un cerrojo despiadado sobre la economía y se negó terminantemente a poner en práctica la apertura de los mercados. Al poco tiempo el sistema comenzó a desestabilizarse.
Promulgó en forma unilateral un programa de sistematización edilicia (casas para todos) como una forma de construir una sociedad “justa y socialista” (populista). El programa de construcción y reubicación de viviendas se extendió rápidamente en toda Rumania, para concluir con el intento de remodelar completamente la capital. Construyó además el colosal Palacio de Bucarest que actualmente ocupa el parlamento, siendo en esa época el edificio más grande del mundo, después del Pentágono (EE UU).
Luego, para pagar semejante deuda acumulada, producto de estos gigantescos despilfarros en supuestas mega obras innecesarias, en derroches y subsidios de toda clase - llamado industrialización (década ganada) - recurrió sin piedad a las fuentes de ingreso del sector agropecuario aplicando fuertes impuestos distorsivos a la actividad y ordenando la exportación (¿soja?) de los principales productos agrícolas e industriales del país.
Los resultados no se hicieron esperar, apareció de inmediato el ahogo al sector rural, y como contrapartida la escasez de alimentos (¿trigo?); también la falta de medicamentos, el fuerte aumento inflacionario, y una pavorosa escasez de energía que hicieron estragos. Esto provocó un gran  malestar en la sociedad que comenzó a expresar su furia, ya que la vida pasó a ser una lucha diaria por la subsistencia. (Ayer Rumania, Hoy Venezuela, ¿mañana Argentina?).
Afloraron en esa nación toda clase de protestas contra las “decisiones descabelladas” de Ceausescu, que agitaban un clima de violencia y disconformidad traducido en grandes manifestaciones de descontento (¿cacerolazos?), hasta que un día en la ciudad de Timisoara surgió un fuerte estallido social (¿en la década ganada?). Exasperado, éste ordenó al ejército y la “Securitate” (cuerpo policial del régimen) reprimir violentamente con armas de fuego ese levantamiento.
La rebelión se extendió en muchas localidades y no tardó en llegar a la Capital Bucarest, donde finalmente las fuerzas de seguridad, también apremiadas por la crisis, se avinieron con los manifestantes. El mismo martirio de los ciudadanos comunes era su propio calvario.
Ese día Ceausescu, su esposa y dos colaboradores huyeron en un helicóptero desde la Capital hasta su residencia en Snagov. Desde ahí volvieron a partir en esa misma aeronave para fugarse definitivamente, pero la policía secreta los obligó a aterrizar forzosamente ya que las fuerzas armadas habían restringido los vuelos en todo el espacio aéreo. Era su final.
Después de ejercer a su antojo el poder absoluto durante más de 24 años, esa anarquía siniestra se precipitó definitivamente. Ceausescu y su esposa fueron juzgados. En el banquillo “estaban incómodos y visiblemente derrotados”, sentados uno al lado del otro esperando el veredicto. En la Navidad del año 1989 fueron condenados en un juicio sumarísimo bajo los cargos de «genocidio, daños a la economía (¿nacional y popular?), crecimiento injustificado de su patrimonio (1000 % en 10 años ¿Recibieron el Premio Nobel de economía?), y uso del poder en beneficio propio» (¿Justicia legítima?). Así terminaba aquel suplicio Rumano.
Para calmar la furia de la población, algunas escenas de ese acontecimiento judicial fueron emitidas por la cadena de la televisión oficial, que rápidamente se puso del lado de la rebelión ciudadana, ofreciendo sus estudios para difundir con entusiasmo los nuevos pregones de libertad en pos de una nueva Nación. “Los mismos periodistas obsecuentes” (¿6,7,8?) que defendían al dictador y su gobierno, ahora anunciaban su abatido final.
Rumania estaba saturada de las locuras de un déspota que se creyó un Rey intocable. Sus demencias desataron la ira de una sociedad hastiada de tanta corrupción, opresión y tanta barbarie.
Hay una dolorosa similitud entre la infame tradición de esos tiranos, con demasiadas actitudes hostiles y arbitrarias del actual gobierno argentino que se creyó invencible y eterno, y que se reflejan en el espejo de la dolorosa historia Rumana. Solo basta hacer la fatídica comparación.
Después de una larga década, la administración de Cristina Kirchner no tiene rumbo ni planes. Este descalabro que construyó, con corruptos, obsecuentes, delincuentes “y demás actores destacados que integran el staff del modelo exitoso”, nos deja expuestos a un temible caos, que se hace necesario y urgente solucionar para que Argentina no termine como Rumania. La caldera está en ebullición y es más que necesario enfriarla, pero legalmente.
Las tarifas para todos, el futbol para todos, y todas las estupideces creadas para todos, ahora harán eclosión en todos nosotros sin distinción alguna. Los cortes de luz de todos los días, la escasez de alimentos y la inflación incontrolable agitan aún más esa hoguera para todos.
Entre tantas cosas conflictivas, la década perdida, para ellos “ganada”, ha multiplicado la pobreza y deja la economía en un estado de desastre.
Los Kirchner no son Ceausescu, pero su forma de proceder se asemeja bastante.
Nota. Este trabajo no relata los innumerables esfuerzos realizados por el pueblo posteriormente, para corregir tamaño descalabro desarrollado durante muchos años. Rumania salió adelante con políticos nuevos, con buenos antecedentes profesionales y sin prontuarios policiales, no con los trepadores y no profesionales locales de siempre.

¿Será posible para nosotros? Esperamos sus consideraciones

8 comentarios:

  1. Cuando el poder obnubila al político, el deslumbramiento se expande como viento nauseabundo sin control, y una multitud de historias, relatos y versos aparecen desde la conducción misma del gobierno, para edificar una realidad inexistente.

    Esa voluntad omnímoda es sostenida por la obsecuencia de muchos y el sometimiento de casi todos.

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  2. Cuando ya nada se puede justificar con fantasías, mentiras y mesianismo, surge el despotismo congénito antes de que la verdadera realidad y los fracasos casi irreversibles, justifiquen la reacción y el rechazo de quienes soportaron ingenuamente esperanzados semejante descalabro.

    Eso nos está pasando hoy mismo ¿no lo cree?

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  3. En Oriente Medio los ladrones son Amputados; en Europa son Imputados, pero en la Argentina son Diputados, Senadores o Funcionarios que sostienen a los corruptos.

    Trabajemos para que esto no siga ocurriendo, pero dentro de la Constitución Nacional, nada por fuera de ella.

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  4. La relación entre los tres sectores de la sociedad política argentina en estos últimos 10 años fue muy imperfecto, y el estado actual es:

    a) el Estado habló pero no escuchó a nadie por su soberbia intrínseca no democrática;
    b) Los trabajadores y empresarios escucharon pero no hablaron donde debían hacerlo, eso es torpeza personal y cobardía cívica;
    c) La configuración del relato oficial, no constituyó un diálogo en ningún momento, porque fue un monólogo desde el “atril”;
    d) Hoy tenemos pocos conductores políticos SIN antecedentes policiales por corrupción, y buena aptitud para gestionar en un cargo político;
    e) Es la hora del cambio masivo de TODOS LOS CORRUPTOS de los 3 poderes federales sin exclusión alguna.
    ¿Estamos de acuerdo?

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  5. La eficiencia del gobierno kirchnerista fue admirable en cuanto al manejo de los tiempos y la imposición de una forma de comunicación, para el “Relato” inconsistente con la realidad.

    Los políticos oficialistas del gobierno federal tuvieron siempre socios estratégicos disimulados como opositores.

    Esos “socios” del oficialismo son los verdaderos enemigos del pueblo, por su aptitud para la traición y la hipocresía.

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  6. La ley, la Constitución y el gobierno, son palabras vacías, si no se reducen a hechos por la mano del juez, que, en último resultado, es quien los hace ser realidad o mentira.
    Alberdi, su libro “Bases”, 1852.

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  7. La legislación civil y comercial, los reglamentos de policía industrial y mercantil, y la conducción de la economía, no deben rechazar al extranjero que la Constitución los atrae. Alberdi, su libro “Bases”, 1852.

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  8. Nadie pudo jamás modificar el pasado, salvo que mienta descaradamente. Pensemos siempre en construir nuestro futuro común. No más “iluminados” ni “relatos mentirosos”.
    Debemos vivir nuestra realidad pero con responsabilidad, para construir nuestro Bien Común.

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