16 de agosto de 2011

Padre de Patrias Sudamericanas


El General Don JOSE FRANCISCO de SAN MARTIN y MATORRAS


Estamos en vísperas de un nuevo aniversario del fallecimiento del General Don José de San Martín. Es momento adecuado para recordar su legado y rendir los honores a la gloria más pura de nuestra historia, reconocida como el Padre de la Patria. Esta valoración resulta unánime e indiscutible, condición que ningún antepasado nacional ha merecido.

Aquel 17 de agosto de 1850, según lo narra el anecdotario, "siendo las 15,00 horas, se detuvo la marcha del reloj de péndulo de la "sala principal, en coincidencia con el último suspiro del General". Su salud se venía deteriorando seriamente. No le daban paz las secuelas del cólera, ni sus crónicas gastritis y asma. Una reciente operación de cataratas ha bía mitigado en parte su ceguera.

El reducido núcleo de la familia San Martín, residía desde hacía apenas dos años en un piso que alquilaban en BOULOGNE SUR MER, punto final del exilio voluntario que sumaba ya 26 años, que había transitado por LONDRES, BRUSELAS y GRAND BOURG, de donde provenían. Habían llegado en busca de paz y tranquilidad que ya no ofrecían los centros urbanos importantes, en los que se desarrollaban las nuevas convulsiones políticas y sociales de la época.

Aquella tarde permanecían junto al general, su única hija Mercedes Tomasa (34 años), su yerno Don Mariano Balcarce (diplomático que acumuló 40 años en el Servicio Exterior, hijo del Gral Antonio Balcarce, conductor de la primera victoria de las armas argentinas -Suipacha - Dic de 1810 ), sus nietas María Mercedes y Josefa Dominga, de 17 y 14 años respectivamente. Estaban acompañados por el Dr Jordán, su apreciado médico personal, el Dr Rosales, encargado de los Asuntos Comerciales de Chile y por el dueño de la vivienda, el Sr Gerard, que había establecido una cálida relación de admiración y respeto con San Martín.

Las honras fúnebres se celebraron en un marco de recoleta intimidad familiar y de las las relaciones más cercanas. Escasa difusión registró el hecho. Deberían transcurrir 30 años (lapso que los sociólogos consideran como período generacional), para que sus restos fueran repatriados a la tierra que tantos sacrificios le ofreciera. Se cumplía así no sólo la voluntad registrada en su testamento póstumo ("Deseo que mis restos descansen en Buenos Aires"), sino que empezaba a saldarse la deuda de reconocimiento y gratitud que la Nación Argentina le debía a su máxima figura.

La iniciativa de la repatriación de sus restos fue impulsada durante la presidencia de Nicolás Avellaneda. Los actos fueron rodeados de gran pompa y de una masiva presencia popular. Son recordadas las brillantes alocuciones expresadas por Sarmiento, en Las Catalinas en nombre del Ejército Argentino y las del propio Presidente en la Plaza de Marte, paso previo al de su destino final en el Mausoleo construido al efecto en la Catedral Metropolitana, con importantes contribuciones monetarias colectadas entre la población. Son especialmente recordadas aquellos conceptos de Avellaneda: "Los pueblos que olvidan sus tradiciones, pierden la conciencia de su pasado ... ". Durante el prolongado período de 30 años, los restos habían permanecido durante 11 en un templo de BOULOGNE SUR MER y 19 en el mausoleo familiar de su yerno.

Rescate del personaje. El reconocido historiador argentino Antonio Pérez Amuchástegui, dice ; "lo más difícil e importante para el historiador, es descubrir la intencionalidad de sus protagonistas, captar sus voluntades y propósitos, para lo cual es fundamental ubicarse en tiempo y espacio con la menor carga de subjetividad posible".

Sobre esta base académica, es pertinente analizar el repetido concepto: San Martín, Padre de la Patria.

Su imagen, millones de veces repetida en estampillas, billetes, bustos de yeso, hierro ó bronce, estatuas ecuestres que presiden la mayoría de las plazas del país, nombres de calles, avenidas, estadios y salones, premios y concursos. Todos repiten su nombre. Surge la imagen, la figura por sobre su obra y su legado. La forma, mutable por la acción del tiempo, se impone al fondo, trascendente a través de él. Nos preguntamos cuáles son las motivaciones que alimentan esa percepción conceptual de Padre de la Patria, constante desde su aparición, transmitida de generación en generación, en todas las regiones del país y en todos los estamentos sociales.

Nada peor que su repetición mecánica, (fácilmente reemplazable por alguna figura funcional a su comercialización mediática), y nada mejor que intentar dilucidar el contenido de la expresión.

Nuestro Padre de la Patria alcanzó ese título gracias a sus merecimientos y no a los esfuerzos de la política historiográfica iniciada por Mitre, empeñada en exaltar un pasado que encendiera y consolidara el sentimiento de identidad y unión nacional, para contra-
rrestar los efectos culturales derivados de la masiva afluencia de inmigrantes - la mayo ría europeos - que acudían a estos confines en la búsqueda de horizontes promisorios que las sucesivas guerras les negaban.

Acaso una explicación a este fenómeno la encontremos en los valores encarnados en su persona, que convocan a una espontánea y genuina adhesión general y que fundamentan la jerarquía que en el escenario histórico nacional e internacional se le ha conferido.

No son los laureles ganados en el campo de batalla (que no son pocos ni intrascendentes), ni siquiera su estatura de Libertador de medio continente lo que le ha conferido su gloria póstuma. Por principio, esta expresión de Libertador, le fue impuesta después de su muerte, tal vez tomada en préstamo de Bolívar, en una infantil puja de honores. San Martín nunca se calificó de tal modo, ni hubiera permitido que sus contemporáneos lo hicieran.

Es su personalidad, tan asociada a valores que sentimos como los más trascendentes, a esos misteriosos hilos invisibles compuestos de palabras, actitudes, decisiones y aún de silencios, que van conformando un entramado ético, como fuente y sustento de nuestra nacionalidad.

Fue respetado pero poco amado en su época, calumniado en el disenso y amenazada su vida al retorno de Guayaquil. Solo el paso del tiempo y la clarividencia de los más sabios lo rescataron del olvido y dimensionó su figura acorde a sus méritos.

La ingratitud presidió la etapa final de su vida. Después de darlo todo por la libertad de los pueblos sudamericanos, encontró encono, desagradecimiento, menosprecio y olvido. No alcanzó a ver el generoso aporte de la posteridad consistente en el afecto, la
admiración, la gratitud y esa especie de culto con el que se lo honra, que en unánime opinión resulta justo y legítimo.

En un incompleto inventario de su legado, pueden rescatarse algunos de sus mensajes:

- El desinterés
- La modestia
- La honradez
- Su sentido de la solidaridad social
- Su concepto de la educación, como base para la libre elección de los hombres.
- La defensa de la libertad y de los derechos del hombre
- La unión nacional y la conformación del bloque sudamericano
- Sus renunciamientos a la gloria y al poder.


En todas las naciones del mundo, la presencia simbólica de los héroes, constituye una fuerza moral y un apoyo espiritual de estimulante y necesario ejemplo. Se ha dicho que si los pueblos carecieran de hechos, personajes ó circunstancias tan indispensables a la emoción motivadora, habría que inventarlos, en puro anhelo de beneficios para la posteridad.

Aún aquellos pueblos que los poseen, no todos sus héroes alcanzan en su plenitud un grado de realización tal que resultara indiscutible, ya que el fervor que lo impulsara pudo haber sido un anhelo de dominación ó de conquista más personal que colectivo. Para nuestro legítimo orgullo nacional, en el espacio histórico argentino y sudamericano, la figura del Gral.San Martín se levanta por encima de las ambiciones y de los intereses espurios, para convertirse en paradigma de altruismo y de entereza de conducta, que genera una espontá nea veneración, con la que es reconocido, aún allende nuestras fronteras, como emblema de la dignidad en el sacrificio, y del deber en la voluntad.

Se supone, (nadie ha podido recorrer su alma), que interpretó que había nacido para cumplir una misión: la de libertar pueblos americanos. Convirtió esa idea en un inclaudicable deber. Con esa idea se había alejado de España, en la que había servido con honor, valor y disciplina, para retornar a su patria de origen, en procura del cumplimiento de su plan. Así pudo convertir al movimiento local de Mayo de 1810, en una gesta emancipadora de los pueblos sudamericanos. Es el estratega que concibe el Plan Continental, una vez que comprendió que la Patria no haría camino por la senda ensayada y fracasada mil veces - vía del Nor-Oeste. Se dirigió hacia Mendoza, donde aceptó el único cargo político que ocupó en su tierra, para poder concentrar todas las energías en la creación del Ejército Libertador, pomposo nombre para una fuerza relativamente pequeña en función del ciclópeo desafío por delante, bien entrenado, móvil, valiente y motivado, con la que cruzó una de las cordilleras más altas del orbe para internarse en territorio enemigo. Es el táctico que vence en Chacabuco, el que planifica, prepara y vence en la batalla de aniquilamiento que cerró el capítulo de Chile: Maipú.

Como una reencarnación de Ulises, se lanza a la mar con una escuadra creada de la nada, para desembarcar en el Perú, corazón de los realistas en América, ciudad legendaria convertida en el centro del poder español en América.

Mitre describe la modestia con la que se comporta en esa hora de gloria: ingresa a Lima vistiendo el sobrio uniforme de los Granaderos, escoltado sólo por su ayudante.

Más tarde se encontrará en Guayaquil con el otro libertador, el que proviene del Norte. Comprende que ha llegado el instante de apartarse de su misión. Intuye que su presencia podría comprometer la causa de la emancipación americana. Hasta tuvo la humildad de ofrecer sus servicios al mando de Bolívar.

Con la libertad de medio continente sobre sus espaldas, los recuerdos frescos de las cargas de caballería, los clarines y las lisonjas que se reciben desde el poder en sus oídos, nuestro héroe regresa a su tierra. Personajes menores, ciegos de envidia le temen a su prestigio cuanto a su gloria. Lo sentencian , lo amenazan de muerte y hasta le impiden visitar a su esposa en agonía póstuma. Con su única hija asumirá los deberes de padre, y marchará al exilio voluntario en Europa, donde vivirá hasta el fin de sus días casi en la pobreza y olvidado por todos. Jamás volvería a pisar su amada Patria.

Sin dudas, San Martín se constituye en una de las figuras más puras de la Historia. Ha sido un hombre cuya conducta ha quedado entre nosotros y en los pueblos americanos como una eterna lección de salud moral, de austeridad, de grandeza y de firmeza insobornable.

Su presencia virtual entre nosotros, es y será la máxima garantía de apoyo moral.

Como lo expresara Mitre: "Los hombres de acción ó de pensamiento, que como San Martín realizan grandes empresas, son almas apasionadas que elevan sus pasiones a una potencia tal, que las convierten en fuerzas que obran sobre los acontecimientos, creándolos, dirigiéndolos, impulsándolos. Son los que modifican el curso de la Historia. Marcan las pulsaciones de una época y son el sello identificatorio de un período. Obran sobre su tiempo, obran sobre sus contemporáneos, pero por la magnitud de su trascendencia, su influencia se prolonga sobre las generaciones venideras con hechos de larga permanencia. (En este caso la Independencia de tres naciones sudamericanas y la contribución a las del res to) o con la elaboración de pensamientos proyectables en el tiempo.

En San Martín, su rasgo principal del que se desprenden otras cualidades que hacen a su estatura moral, es su desinterés el que puso de manifiesto en diversas oportunidades, desde cuando tomó la decisión de largarse a la aventura de una nueva vida (su regreso al país en 1812), abandonándolo todo, familia, amistades, situación profesional consolidada y en ascenso, hasta su renunciamiento (1822) , en silencio y hacia el definitivo ostracismo. Estaba en el pináculo de su gloria. Sólo contaba 44 años.

Debe reconocerse que pocas veces la intervención de un hombre resultó tan decisiva como la suya en los destinos de los pueblos que estuvieron bajo su influencia. Concibió planes políticos y militares que al principio parecieron utópicos, luego se transformaron en conciencia, y que merced a su férrea voluntad se convirtieron en hechos.

Organizó y condujo ejércitos poderosos bajo austeras reglas de disciplina, transmitiéndoles su pasión motivadora.

Antepuso el bien público al personal, en el marco de la moderación y el desinterés.

Ejerció el mando., no por ambición personal, sino solamente cuando consideró que podía ser un adecuado instrumento para la Misión que se había auto impuesto. Fue libertador de pueblos a los que no requirió nada a cambio.

Abdicó en medio de su gloria sin debilidades especulativas cuando interpretó que su obra había concluido y que otro podía continuarla con más provecho para el conjunto.

Se condenó al ostracismo voluntario por ser consecuente con sus principios morales y por ser fiel a la causa que había abrazado con tanta pasión.

Pasó sus últimos años, solo en la compañía de sus familiares más directos, sin quejas en sus labios ni odios en su corazón. No alcanzó a ver el reconocimiento de su pueblo ni la veneración que se rinde a su memoria, transcurridos más de un siglo y medio a contar desde su desaparición.

Fue fiel a la máxima que regló su vida:

"Serás lo que debas ser, ó si no, no serás nada".

Fue lo que debía ser. Antes que ser lo que no debía, prefirió no ser nada. Por eso vivirá en la inmortalidad.

Mas allá de los merecidos (pero cada vez más intrascendentes actos en su memoria), el mejor homenaje que podríamos tributarle, sería el de incorporar a nuestros actos y a nuestras conductas, el ideal virtuoso que nos legara.

Esta oportunidad es apropiada para recordar los versos del poeta , don Olegario Víctor Andrade, cuando decía:

No morirá tu nombre

ni dejará de resonar un día,

mientras haya en los Andes una roca

y un cóndor en su cúspide bravía.


Autor: Cnl (R) Rodolfo Godoy

Miembro de CRUX - ONG


1 comentario:

  1. Anónimo18/8/11

    17 de agosto 15hs en B.Sur Mer partía a la eternidad,nuestro más grande hombre,del que aún está vigente su ejemplo como militar y hombre!.-
    Aunque la sociedad olvide estas fechas o las traslade para mejor aprovechamiento turísti co,y las escuelas y universidades la ignoren, nosotros estamos para no dejar que nos coma el olvido.-
    Un repaso de su vida entregada a la Patria,nos ayudará a no aflojar!!.-
    Sanmartiniano abrazo!.-
    Ing Alberto Pertusi

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