«Soy amigo de Platón, pero
más aún de la verdad». Aristóteles
Autor: Licenciado Juan Carlos Neves, Publicado el
17 Feb 2013
Cuando al sabio y filósofo Aristóteles de Estagira, le hicieron notar que alguna de sus afirmaciones contradecían a las de su maestro y amigo Aristocles de Atenas (conocido como Platón, que significa: el de las anchas espaldas) le atribuyen haber respondido “soy amigo de Platón, pero más aún de la verdad”.
Lo expresado nos deja como enseñanza que hay un
compromiso superior con la verdad que se impone al hombre de principios por
sobre los intereses, y aún por sobre las relaciones afectivas.
Apelaremos a esa lección que nos dejó el Estagirita
para encarar el tema del acuerdo entre el gobierno argentino y el
gobierno de Irán respecto a la causa del atentado terrorista contra la
AMIA tratando de sustraernos a las simpatías y antipatías que nos despiertan
los estados, funcionarios, organizaciones e instituciones que son
protagonistas de esta historia.
El horroroso atentado terrorista contra la AMIA fue
perpetrado en Julio de 1994 por medio de un vehículo cargado de explosivos cuyo
conductor se inmoló en la maniobra. Los servicios de inteligencia argentinos,
que habían sido duramente desarticulados a partir del advenimiento de la democracia
siguiendo la equivocada política de atribuir a las instituciones
las responsabilidades de las acciones de sus dirigentes y olvidar que los
profesionales que las componen cumplen directivas cuya pertinencia difícilmente
pueden evaluar, no tenían ninguna pista a pesar de que previamente se había
efectuado un atentado de características similares en la embajada de Israel en
Buenos Aires en el año 1992.
La investigación del atentado se orientó primero sobre
un grupo de miembros de la policía bonaerense que fueron sobreseídos cuando se
demostró que el testigo de la acusación había sido impulsado por el juez de la
causa. Posteriormente surgió una pista que se llamó la “conexión siria” que
apuntó a una venganza contra el gobierno de Carlos Menem organizada desde ese
país. Finalmente en el año 2006 (doce años después del atentado) un nuevo
fiscal determinó que el atentado había sido organizado por el gobierno de Irán
señalando como imputados a funcionarios de esa nacionalidad.
Ahora bien, a partir del momento en que el fiscal
Nisman determinó la culpabilidad de Irán, el problema del atentado dejó de
ser un problema judicial para pasar a ser, definidamente, un problema
internacional. Las pruebas disponibles debieron ser presentadas ante el Consejo
de Seguridad de Naciones Unidas para que Irán fuera sancionado en
consecuencia, si se lograba demostrar lo denunciado. El gobierno de
Néstor Kirchner presentó el caso ante la Interpol y logró que esa organización
policíaca, cuyo estatuto prohíbe “toda actividad e intervención en cuestiones o
asuntos de carácter político, militar, religioso o racial”, dictara cédulas de
detención contra los funcionarios iraníes imputados.
Ni el presidente argentino ni sus diplomáticos podían
ignorar que el caso era llevado así a un camino sin salida. Irán nunca
entregaría a sus funcionarios como imputados no solo porque su ley interna lo
prohíbe sino porque ello significaría asumir la responsabilidad por acción u
omisión de una agresión extraterritorial de gravísimas consecuencias. Con esta
acción, Néstor Kirchner no logró avanzar un paso en la búsqueda de verdad
y justicia pero recibió el beneplácito de las naciones que en el plano
internacional disputan con Irán, particularmente EUA e Israel.
Por su parte, las pruebas aportadas por agencias
extranjeras tienen el problema de que dichas agencias no trabajan como
auxiliares imparciales de la justicia sino como fieles servidoras de sus
gobiernos. En otras palabras los funcionarios de inteligencia no son necesariamente
amigos de la verdad sino más bien, “empleados de Platón”.
¿Por qué cambió ahora el gobierno argentino su posición e impulsó un acuerdo bilateral con Irán al margen de los procedimientos judiciales? Los indicios fueron claros. Primero la delegación argentina ante la ONU modificó su política de abandonar la sala de la Asamblea General a la hora de escuchar al presidente iraní. Después la presidente Cristina Fernández ofreció a los iraníes la posibilidad de efectuar las indagatorias en un tercer país. Luego vinieron las negociaciones secretas denunciadas por el periodismo, negadas por el Ministro Timerman y ahora reconocidas por las partes y, finalmente, las negociaciones públicas que culminan con un acuerdo que comienza por poner en duda todo lo actuado judicialmente y someterlo a una “Comisión de la Verdad”.
En síntesis, al igual que sucedió con la Fragata
Libertad y con los deudores de bonos, la diplomacia argentina está tratando de
deshacer los entuertos que ella misma provocó, en este caso porque ahora
quiere, evidentemente, recomponer las relaciones con Irán y probablemente
apoyar a su más firme aliado que es Venezuela.
De modo que las contradicciones del Ministro Timerman
son ineludibles y las objeciones de la comunidad judía y de la oposición
resultan impecables. Pero como el gobierno argentino no trata en absoluto
de buscar verdad y justicia sino de avanzar en una cuestión de Estado, se produce
un diálogo de sordos.
El gobierno ya eligió su nueva alineación
internacional y los familiares de las víctimas son, una vez más, abandonados y
decepcionados. Si la Cámara de Diputados logra rechazar el acuerdo con
Irán, no se avanzará nada en la causa pero al menos la burda maniobra quedará
expuesta y será más difícil de concretar.
Agregado (no por el autor): Ojalá los Diputados Nacionales
argentinos de hoy, puedan comprender su enorme responsabilidad y votar en
conciencia, no por “la obediencia debida”.