20 de junio de 2011

DÍA DE LA BANDERA


HUÉRFANOS DE LA PATRIA

Presentado por el socio de CRUX – ONG, Sr: Bruno Urbisaglia, Presidente de Unión Nacional de Entidades Patrióticas Argentinas (UNEPA), de Mar del Plata (Bs As) para recordar esta fecha.

Autor del artículo: Sr Daniel Capalbo. Historiador y Editor de Noticias.

Publicado en el diario PERFIL del 19 Jun 1999 en la ciudad de Buenos Aires.

Nadie podía imaginar, ni siquiera que el 28 de febrero de 1812, que por enarbolar su bandera en Rosario, a orillas del Paraná, Manuel Belgrano iba a ser castigado por la osadía. Pero así fue; como buenos burócratas, los miembros del Primer Triunvirato lo desautorizaron una y otra vez, y hasta llegaron a acusarlo de desacato por la absurda razón de que la bandera aún no había sido inventada (por ellos, digamos).

Belgrano, probablemente el más íntegro y desinteresado de los próceres, estudiaba en Europa cuando estalló la Revolución Francesa de 1789. Simpatizó rápidamente con las consignas de libertad, igualdad y fraternidad, y sobre todo con los jacobinos (republicano intransigente y centralista), que parecían más consecuentes con ellas.

Loa franceses habían creado su bandera sin demoras, detrás de la cual Belgrano vio como se encolumnaban entusiastas los ejércitos. Era un símbolo, la mejor causa para ofrecer la vida. Sin duda, Belgrano necesitaba su bandera. Porque, para ser sinceros, el Ejército del Norte que le tocó comandar era, apenas, un conjunto de gauchos desarrapados sin disciplina ni entrenamiento alguno. Con la bandera celeste y blanca, y la promesa de independencia, la guerra gaucha desmoralizó al ejército profesional realista en las batallas de Tucumán y de Salta.

El general Belgrano era el soltero más codiciado por las damas de la época, y sin embargo repartió su vida entre la guerra y la política, aunque tuvo tiempo para ellas. Jamás pecó de ingenuidad: sabía que desafiaba a quienes aún pretendían gobernar en nombre del “amado” Fernando VII.

En 1812, tan rápido como fue creada la bandera, el gobierno de Buenos Aires le ordenó ocultarla. Belgrano les pidió que no dramatizaran, que los colores la había sacado de la escarapela aprobada por ellos, el 18 de febrero de ese mismo año. Para celebrar el segundo aniversario de la Revolución, volvió a izarla en Jujuy.

Entonces Buenos Aires se largó a intrigar contra él, para correrlo de la arena política. Belgrano envió una carta para sosegarlos: “La bandera la he recogido y la desharé para que no haya memoria de ella (…). Si acaso me preguntan, responderé que se reserva para el día de una gran victoria”, replicó mordaz. Eso era Belgrano: un rebelde con causas claras.

Para sintetizar, digamos que el poder en Buenos Aires se puso muy cargoso: los saavedristas se guían oponiéndose a los morenistas. Belgrano estaba entre los segundos y fogoneaba el plan revolucionario. Al final, la historia argentina parió su gran clásico: el 8 de octubre de 1812, el general José de San Martín “cuando su ropa olía todavía a sal del Atlántico, y que sus amigos de la Logia Lautaro derrocaron el ´Triunvirato en lo que fue el primer golpe de estado del Río de la Plata.

Y como todo el mundo sabe, el Congreso de Tucumán, en 1816, adoptó la bandera como insignia nacional cuando ya hacía cuatro años que desde el Alto Perú hasta Buenos Aires la gente común la había consagrado como propia.

Desde entonces, la bandera encierra una identidad específica y popular. La bandera tuteló y acompañó la construcción de la nacionalidad. La nacionalidad se construyó con dificultad, pero desde los tiempos épicos hasta la consagración del voto universal, el concepto de patria sobrevoló un ideal igualitario – como apunta el sociólogo Oscar Terán – y generoso. La Argentina fue, desde la primera gran inmigración, un país con movilidad social, que conquistó la educación gratuita, pública y obligatoria, donde existían las oportunidades de trabajo y era difícil sufrir hambre.

Es posible que el regreso del patriotismo, la gran sorpresa del 25 de mayo último (25 May 1999) se relacione con una revalorización del hecho de ser argentino. Es posible que un país en crisis, con 13 millones por debajo del nivel de pobreza, corra a protegerse debajo de un símbolo que es común a todos. Sólo entre enero y mayo de 1999, los fabricantes de banderas de tela llevan vendidos 250 mil ejemplares contra 150 mil que vendieron en todo 1997, y 7 millones de escarapelas contra 4,5 millones en idéntico período.

¿Cómo es hoy el patriotismo? Más de 20 mil personas participaron de los festejos de mayo y el Ejército volvió a desfilar entre civiles después de una década de una obvia veda, aconsejada por la prudencia. Casas con banderas, solapas con escarapelas después de una década de banalización de la vida, de la farandulización y levedad insoportable, ¿serán los signos vitales de una sociedad que tiene el casillero de los ejemplos vacante, de un país que vive con temor al futuro?

La gente sabe por tradición escolar, que ejemplos eran los de antes. Belgrano, el 20 de junio de 1820, murió de una cirrosis hepática, apenas acompañado por tres amigos de hierro y en la más extrema de las pobrezas. La noticia pasó inadvertida, porque ese día Buenos Aires designó a tres gobernadores simultáneos y ninguno llegó a asumir.

Pero no hubo lugar en los diarios. Porque, como escribió Mitre, Belgrano “fue grande sin pretenderlo y encontró la gloria sin buscarla”. ¿Será que en el país de los próceres, los argentinos estén huérfanos?